Monte Hermoso, una ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires que se jacta de tener los mejores amaneceres, conocida por regalar las postales más hermosas de la playa donde el sol nace y se pone en mar, me regaló una de las mañanas más lindas que viví, pero no en la playa, sino, en la soledad del campo, sin tener ningún ruido que me distraiga más que los sonidos de la naturaleza y mi respiración. Entre la neblina y el molino, pude disfrutar de un amanecer como ningún otro, tal vez, la sencillez del escenario, tal vez la soledad absoluta, el contexto, nunca lo sabré.
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